Francisco Javier Ramos viajó desde Sevilla a Palma de Mallorca el pasado mes de julio junto con su perro Nano, un bulldog inglés de 6 años. Debido al calor que hacía, Nano murió deshidratado por un golpe de calor, después de que los operarios del vuelo lo dejaran expuesto al sol durante una hora en la pista de despegue.
Francisco Javier les indicó a los operarios que, si veían al animal sofocado, al menos le pusieran un cuenco con agua dentro del transportín, a lo cual se negaron, alegando que la normativa lo prohíbe.
"Desde los ventanales de las puertas de embarque se veía otro avión hacia el que llevaban transportines con animales, que iban en los carros de las maletas con un techo de lona para que no les diera el sol y no tardaron más de diez minutos en embarcarlos". Sin embargo, al poco tiempo pudo ver a su perro, que en comparación con los primeros "iba en una especie de elevador con cabina acristalada para el operario y una plataforma donde estaba el trasportín a pleno sol y sin toldo, sin nada que le protegiera".
Además, Franncisco Javier Ramos señala que, al llegar a Palma, la compañía aérea esperó a que todos los pasajeros se fueran para comunicarle que "era posible que el perro necesitase atención veterinaria porque estaba tumbado dentro del transportín y no se movía" (evidentemente Nano ya había fallecido). No contentos con eso, le ofrecieron un bono de 100 euros para volar de nuevo con la compañía, como compensación por lo ocurrido, y ni siquiera se hicieron cargo del traslado e incineración del animal.
El juicio se celebra hoy en los juzgados de Palma, donde se reclamará la cantidad de 2.635 euros a la aerolínea en concepto de daños materiales y morales al demandante por la muerte del animal.
Desde la AAPM esperamos que se haga justicia. Sabemos que nada puede mitigar el dolor de Francisco Javier por la muerte de Nano, pero esperamos que al menos su lucha sirva para que este hecho no vuelva a repetirse nunca.
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